DE MADRUGADA A EL OSO
JUAN JOSE CASTILLO
RODRIGUEZ
Especialista
CIENCIAS AMBIENTALES
Magister DESARROLLO
RURAL
Ph.D.
DESARROLLO SUSTENTABLE
Esa madrugada siendo como
las tres de la mañana, cuando el día no ha sido tocado por los rayos claros
mañaneros. A esas horas no hay ni ruidos de autos ni bochornosas motos; ni de
ninguna otra cosa. El Bagre está mudo, oscuro y distante a la afluencia masiva
de la gente deambulando en búsqueda de otro día.
Antes de salir de la casa
meriendo, un trocito de queso acompañado de un café, para ir velozmente al Hotel Mariana a recoger
los visitantes, de los Tecnoparques (de Medellín y Rionegro), que decidieron
hacer la travesía hasta el Oso. Que de cierto ha generado mucha fascinación y
desasosiego el viaje tanto a los
visitantes como a los residentes. En nuestra imaginación, personal y colectiva,
no nos cabe la dimensión de una reserva natural de la magnitud donde está
asentada la población del Oso y mucho menos las formas de sobrevivencia de esta
setenta familias, sin las mínimas condiciones de servicios básicos, para su
sobrevivencia, en este siglo XXI, llamado del “conocimiento”.
Los primeros fulgores del
amanecer empiezan a deshilachar el manto de la oscuridad, cuando hemos
trascurrido más del noventa por ciento del camino a puerto Claver, cabecera
administrativa del Oso.
Avistado Puerto Claver, que
se muestra solidario, virgen, con muy poca presencia aun de gente y guiados por
Diego nuestro compañero de Odisea, quien en su moto, nos alumbra el camino por
donde debemos avanzar, por un camino, que más que una vía para tránsito de
vehículos, parece un camino abierto por los españoles, para acceder a la zona
andina del país, a lomo de sus caballos y animales de carga. En el carro,
taciturnos y con el cansancio del maltratado viaje, va Daniel, Rafa, Esteban y
el Marloncito, con sus parpados cerrados por la falta de sueño.
Ya en Claver, se deleitan
unas suculentas empanadas y un obscuro café, con la incertidumbre de no saber,
cuando se volverá a deleitar algo con sal y caliente.
De Claver a la llana hay
un trecho largo de suelo arenoso como desierto del oriente medio, que ha sido
el resultado de la búsqueda de oro en este sector del territorio.
El sol tarda mucho en
salir: De la total oscuridad se pasa un cielo limpio gris- celeste y en cuanto
el celeste empieza a dominar sobre el gris, avistamos la vereda de la Llana,
lugar hasta donde llegara, nuestro noble compañero Samurái, quien nos trae hasta
acá, ya que el camino escarpado y rocoso no le permite proseguir la marcha.
A esas horas ya se me han adelantado la comitiva a pie y emergen de entre las aguas
de la quebrada la Llana, su primer baño en las frías aguas que bajan de la
serranía de San Lucas.
La minería informal, la
tala y la colonización desordenada, entre otros flagelos, tienen a la serranía,
por la que muchos han clamado protección desde los años 60, al borde del
colapso definitivo. Este
es un gran macizo de 6.750 kilómetros cuadrados cubierto por selvas tropicales
y andinas; una formación geológica que está aislada de las
cordilleras andinas, condición geográfica que, precisamente, la hace un oasis
natural.
La serranía es uno de los sitios más importantes del país desde el punto de vista biológico. Hay 374 especies de aves, una decena de ellas amenazadas de extinción. El oso de anteojos, y al menos cinco especies de monos. Esta es el área menos conocida y más interesante para las aves y otros grupos, en Latinoamérica. Es lo más parecido a una isla de especies de flora y fauna desconocidas para la ciencia.
La serranía es uno de los sitios más importantes del país desde el punto de vista biológico. Hay 374 especies de aves, una decena de ellas amenazadas de extinción. El oso de anteojos, y al menos cinco especies de monos. Esta es el área menos conocida y más interesante para las aves y otros grupos, en Latinoamérica. Es lo más parecido a una isla de especies de flora y fauna desconocidas para la ciencia.
Solo a una hora de
camino, por la serranía empedrada fueron apareciendo los caballos y mulas que
transportarían a la comitiva, fueron cuatro horas a lomo de mulas por el trasegar
del camino.
Después de trochar a
punta de mula durante cuatro horas, divisamos a lo lejos en una llanura la
vereda del Oso, su sitio social-administrativo; la escuela, que se reconoce
porque en una de sus paredes tiene el nombre de “escuela”; no tiene ningún tipo
de dotación y maestro, hace su buen tiempo que no lo tiene asignado.
La gente a la espera y a
la expectativa de lo que tienen para ofrecer los funcionarios del Sena los y el
CEDET, escuchan la propuesta de la energía Solar, como proyecto productivo y
dicen estar de acuerdo, si este va acompañado de soluciones familiares.
Después de una larga
conversación y retrechera actitud de la comunidad, se estable un acuerdo para
definir con la financiadora internacional Paxer, la viabilidad, de esa
propuesta.
En cuanto a comidas, se
llevó, agua, queso, latas de atún y pan fresco palmero que fue la delicia ante la
falta de otra opción de comida. Se tomo, como quien toma un manjar.
Ya sobre las cuatro de la
tarde, se estaba de regreso en la Llana, de ahí se salió en el Samurái, quien
pacientemente aguardaba al grupo, un tanto resfriado en la encendida del motor.
Las puestas de sol son
tardías, por el acercamiento al medio año y tienen un anaranjado especial en
contraste con la biodiversidad y el verde oscuro de la vegetación.
El reloj había corrido
rápidamente -quizás demasiado- ya estábamos en el Bagre; aun de día, pese a un
bajón de aire de una de las llantas del anaranjado Samurái. “¡Bueno mi gente,
esto se acabó!... Hasta otro día cuando con el dicho del lechero, el
canto del gochó y el reclamo de la guacharaca, saludemos otra madrugada
necesaria. Porque no se les olvide, mis compadres y comadres: ¡Siempre es bueno
coger el día por la punta!”.
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